Diario de un día.
¿Por qué ese cielo azul que todos vemos, no es cielo, ni es azul?
Lástima grande que no sea verdad tanta belleza.
Lupercio de Argensola (1569-1613)
Abro el word y un cartel que parece arrojarse sobre mí, me advierte que me queda poca memoria. Lo elimino, molesta.
Ya sé que me queda poca memoria.
Hay cosas que necesito recordar porque alguien está escribiendo mi historia.
El teléfono suena y me pregunta si mañana puedo ir, que necesita saber más, que hay datos inconexos. Un identikit de mi vida.
Nadie sabe lo que es sentarse en un sillón de cuero a estrujar el cerebro como trapo mojado y lleno de agujeros. A veces siento que es inútil. Que lo tiraría a la basura y compraría otro. Nuevo, limpio. Que huela bien. Que sea rosado, mejor violeta; y que tenga brillos porque me gustan.
Me desperté a las diez.
Cerré los ojos y de pronto fueron las dos.
Como dice la canción de Silvio no hay nada aquí, solo unos días que se prestan a pasar. Y me declaré en rebeldía.
Alimenté a mis compañeros de estos días que se prestan a pasar, y volví a la cama: me levantaría con el tiempo suficiente como para llegar al oftalmólogo y prestarle por un rato mis retinas.
Y si estoy enloqueciendo no me importa. Pero yo estaba verdaderamente fascinada ante las luces que hurgaban mis nervios ópticos: azul neón... verde fluo... amarillo fosforescente. Pensaba en mis cristales: se parece a una amatista, me recuerda a una petersita, este otro a un olivino whow.
Una carraspera del otro lado de los aparatos me derribó.
Intuí algo.
Esperé en silencio el resultado de mi viaje a Disney. Hay problemas, me dijo.
-Otro más- pensé.
-Tenés la presión ocular muy alta, ¿nunca te lo dijeron?
-Sí me lo dijeron. Hace cinco años.
-¿Y qué pasó? ¿por qué no ?
-No importa qué pasó. Pasó que no quería ver. Pasó que me dolía tanto.
Todo.
Él me miraba. Yo clavaba los ojos en la punta de mis zapatos.
Salí de allí pensando que habría aún más días que se presten a pasar.
Que no iría a Merlo.
Que todo se dilata, como mis pupilas.
Como los agujeros negros de mi memoria.
Caminé, me dejé mojar por la lluvia; no sabía a donde ir.
De pronto me encontré frente a una tienda de ropa para bebés. ¿Qué hago aquí? Encendí un cigarrillo y seguí caminando.
Algo empezaba a desgarrarme por dentro. Es mi cerebro que anda paseando por mi alma, seguro. ¿Qué más quiere? ¿No le basta con mi ignorancia, con mi desmemoria, con mi falta de confianza, con mi desesperanza?
Entré a un bar, ya saben, lo de siempre.
Las empleadas limpiando el piso me daban a entender que guardara mi libro y levantara mi presencia a medias.
Mi otra mitad pagó y se fue, hasta que mis mitades se juntaron frente a ese anillo que detuvo mi vagabundeo. Es un cielo, pensé.
Y pensé en futuro: será mi cielo y lo será ya.
Porque hay cosas inmediatas, basta abrir la billetera y pagar por un cielo propio que siempre sea azul y siempre tenga nubes. Del que no caigan gorriones muertos.
Ni estrellas fugaces de deseos fugitivos.
Volví a casa, y por primera vez, me detuve ante mi puerta.
Di la vuelta , bajé por las escaleras y toqué timbre.
Necesitaba hablar con alguien.
@ maquillaje- adriana varela
Lástima grande que no sea verdad tanta belleza.
Lupercio de Argensola (1569-1613)
Abro el word y un cartel que parece arrojarse sobre mí, me advierte que me queda poca memoria. Lo elimino, molesta.
Ya sé que me queda poca memoria.
Hay cosas que necesito recordar porque alguien está escribiendo mi historia.
El teléfono suena y me pregunta si mañana puedo ir, que necesita saber más, que hay datos inconexos. Un identikit de mi vida.
Nadie sabe lo que es sentarse en un sillón de cuero a estrujar el cerebro como trapo mojado y lleno de agujeros. A veces siento que es inútil. Que lo tiraría a la basura y compraría otro. Nuevo, limpio. Que huela bien. Que sea rosado, mejor violeta; y que tenga brillos porque me gustan.
Me desperté a las diez.
Cerré los ojos y de pronto fueron las dos.
Como dice la canción de Silvio no hay nada aquí, solo unos días que se prestan a pasar. Y me declaré en rebeldía.
Alimenté a mis compañeros de estos días que se prestan a pasar, y volví a la cama: me levantaría con el tiempo suficiente como para llegar al oftalmólogo y prestarle por un rato mis retinas.
Y si estoy enloqueciendo no me importa. Pero yo estaba verdaderamente fascinada ante las luces que hurgaban mis nervios ópticos: azul neón... verde fluo... amarillo fosforescente. Pensaba en mis cristales: se parece a una amatista, me recuerda a una petersita, este otro a un olivino whow.
Una carraspera del otro lado de los aparatos me derribó.
Intuí algo.
Esperé en silencio el resultado de mi viaje a Disney. Hay problemas, me dijo.
-Otro más- pensé.
-Tenés la presión ocular muy alta, ¿nunca te lo dijeron?
-Sí me lo dijeron. Hace cinco años.
-¿Y qué pasó? ¿por qué no ?
-No importa qué pasó. Pasó que no quería ver. Pasó que me dolía tanto.
Todo.
Él me miraba. Yo clavaba los ojos en la punta de mis zapatos.
Salí de allí pensando que habría aún más días que se presten a pasar.
Que no iría a Merlo.
Que todo se dilata, como mis pupilas.
Como los agujeros negros de mi memoria.
Caminé, me dejé mojar por la lluvia; no sabía a donde ir.
De pronto me encontré frente a una tienda de ropa para bebés. ¿Qué hago aquí? Encendí un cigarrillo y seguí caminando.
Algo empezaba a desgarrarme por dentro. Es mi cerebro que anda paseando por mi alma, seguro. ¿Qué más quiere? ¿No le basta con mi ignorancia, con mi desmemoria, con mi falta de confianza, con mi desesperanza?
Entré a un bar, ya saben, lo de siempre.
Las empleadas limpiando el piso me daban a entender que guardara mi libro y levantara mi presencia a medias.
Mi otra mitad pagó y se fue, hasta que mis mitades se juntaron frente a ese anillo que detuvo mi vagabundeo. Es un cielo, pensé.
Y pensé en futuro: será mi cielo y lo será ya.
Porque hay cosas inmediatas, basta abrir la billetera y pagar por un cielo propio que siempre sea azul y siempre tenga nubes. Del que no caigan gorriones muertos.
Ni estrellas fugaces de deseos fugitivos.
Volví a casa, y por primera vez, me detuve ante mi puerta.
Di la vuelta , bajé por las escaleras y toqué timbre.
Necesitaba hablar con alguien.
@ maquillaje- adriana varela
18 comentarios
Mon -
nadie preguntó por esa piedra, ella te diría "está por nublarse"... tiene esa condición, te lo juro.
un beso grande.
Mon -
besosss
Turandot -
Si encuentras uno tormentoso, como el que acostumbro a ver desde aqui estos días, hazmelo llegar ( previo paso de la factura, of course) más que nada para que si un día aclara, me recuerde que siempre, siempre puede volver a oscurecerse.
Pedro Glup -
Sin embargo su música, sí, esa si la tengo (menos maquillaje).
Besazos.
Mon -
un beso, (y consigue la versión, o todo lo que puedas de varela... es magnífica la muñeca brava)
Pedro Glup -
No conozco la versión de Adriana Varela, pero debe ser magnífica.
Tu post...como siempre, con el corazón encima d ela mesa.
Un beso
Mon -
un beso enorme.
GreGori -
Pues... ¿Quién sabe escribir sobre otra cosa?
Yo tampoco.
Me encanta tu forma de "contarte" :-)
Besitos
Mon -
Mon -
gracias otra vez, linda... y estoy bien ;)
Odalys -
Quiero mucho a alguien que apenas ve y a veces quisiera que tomara uno de mis ojos porque no estamos cerca, pero he aprendido que no todos vemos con los mismos sentidos.
Les dejo un abrazo y un precioso cielo con algunas nubes que cambian de forma con el viento.
Y a cuidarse mucho y preocuparse menos ;)
Acá hay un par de ojos y unos oidos que no están muy buenos pero tratan de no perderse algo lindo que pase cada día. Y aprovecho... muy lindas fotos. Besitos y buen ánimo :)
Mon -
un beso especial.
Mon -
gracias por tus palabras y por tus deseos.
te mando un beso.
Mon -
pero no sé que va primero, si el huevo o la gallina. no sé si ocurre algo confuso, y entonces se nos mezcla todo... o nosotros mezclamos todo hasta confundir la cabeza con el alma... pero siempre hay un momento para meditar sobre eso. creo que cuando estamos confundidos, querer "ponerse a pensar" lo complica todavía más. yo prefiero "ponerme a sentir", y ahí sí, ahí hay una luz.
y claro que voy a cuidarme, besos linda.
PD: te mandé el mail.
muralla -
Yo también tengo que vigilarme la presión de los ojos, de mis ventanas, y también guardaré tu cielo y tu azul en la retina de mi mente.
Un abrazo.Muralla
Odalys -
Moonsa -
Mon -