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VOLVERSE HUMANO

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Dreamer.

Dreamer. Federico, el menor de mis varones, el que cuando está en Buenos Aires toca a mi puerta a las tres de la madrugada con cigarrillos, chocolates y una larga lista de cosas que necesita preguntar.
Místico. Carismático. Brillante. Transgresor. Contradictorio. Analítico. Sensible. Romántico. Sibarita. Hedonista. Seductor.
En fin, la lista sería tan extensa y diversa como sus conversaciones.
Perfecto Yin-Yang.
Ahora vive en Miami. La primera vez que se fue (solo), sólo tenía 16 años. Necesitaba volar y yo lo dejé. Se estrelló, como cabía esperar.
Ahora, con 20 años, aprende a pilotearla (a la vida), mucho mejor. Estudia Licenciatura en Comercio Internacional en la UM. Y en pocas semanas recibe su Master en Inglés.
Quien lo diría.
Aquí no hubo colegio de donde no lo echaran.
Sabe sobre mí, lo que pocos hijos sabrían sobre su madre. No hay secretos entre nosotros, aunque eso no esté bien... porque se supone que yo debería ser "su madre". Pero se dio así, se dio esa rara alquimia que me permite mostrarle el ser humano que hay en mí.
Anoche me llamó a las cuatro de la madrugada.
Y me regaló esta canción.

Dreamer

Gazing through the window at the world outside
Wondering will mother earth survive
Hoping that mankind will stop abusing her sometime

After all there's only just the two of us
And here we are still fighting for our lives
Watching all of history repeat itself
Time after time

I'm just a dreamer
I dream my life away
I'm just a dreamer
Who dreams of better days

I watch the sun go down like everyone of us
I'm hoping that the dawn will bring a sign
A better place for those Who will come after us ...
This time

I'm just a dreamer
I dream my life away oh yeah
I'm just a dreamer
Who dreams of better days

Your higher power may be God or Jesus Christ
It doesn't really matter much to me
Without each others help there ain't no hope for us
I'm living in a dream of fantasy
Oh yeah, yeah, yeah

If only we could all just find serenity
It would be nice if we could live as one
When will all this anger, hate and biggotry ...
Be gone?

I'm just a dreamer
I dream my life away
Today
I'm just a dreamer
Who dreams of better days
Okay
I'm just a dreamer
Who's searching for the way
Today
I'm just a dreamer
Dreaming my life away.

Por Ozzy Osbourne.

Para ustedes.

Para ustedes. No hace falta que los nombre, aunque siempre hace falta decir "te quiero".
Los quiero.
Antes, cuando solo me conectaba apenas un momento para chequear el correo y pasar por sus blogs; era simplemente lindo.
Ahora, cuando tengo todo el tiempo para mí; y todo el tiempo significa que pienso todo el tiempo; es simplemente necesario. Leerlos, que me lean. Saber que están. Que hay cosas que nacen y otras que perduran. Que no todo me es arrebatado. Que no todos se dan por muertos.

Bueno... esta canción es exactamente lo que me hicieron sentir. Y para mí es muy valiosa, porque "contar con alguien" debería ser una certeza. Un para siempre. Un antes que todo y que nada.
No sé... todavía antepongo algunos valores a cualquier contingencia.
Porque nadie puede solo. Y las palabras no se niegan.

Puente sobre aguas turbulentas

Cuando estés cansado y te sientas poca cosa,
cuando tengas lágrimas en los ojos, yo te las secaré todas,
estoy a tu lado. Cuando lleguen los momentos difíciles
y sea imposible echar mano de un amigo
como un puente sobre aguas turbulentas
me desplegaré.

Cuando te sientas abatido y acabado,
cuando te quedes en la calle
y la noche caiga con toda su dureza
yo te consolaré,
estaré de tu parte.
Cuando se cierna la oscuridad
y el dolor lo envuelva todo
como un puente sobre aguas turbulentas
me desplegaré.

Sigue tu rumbo niña de plata, no pares,
tu hora ha llegado,
todos tus sueños se van a hacer realidad,
mira cómo resplandecen ya.
Si necesitas un amigo
yo iré navegando detrás de ti.
Como un puente sobre aguas turbulentas
yo apaciguaré tu espíritu.


Gracias.

Escrito en un libro abandonado en un viaje.

" Tengo el cansancio anticipado de lo que no voy a encontrar. Si en determinado momento me hubiera vuelto para la izquierda en lugar de para la derecha. Si en cierto instante hubiera dicho sí en lugar de no, o no en lugar de sí. Si en determinada conversación hubiese tenido frases que sólo ahora en el entresueño elaboro. Si todo esto hubiera sido así hoy sería otra y quizá el Universo entero sería insensiblemente llevado a ser otro también. Pero sólo ahora lo que nunca fui ni seré me duele. Voy a pasar la noche a Cintra porque no puedo pasarla en Lisboa pero cuando llegue a Cintra me va dar pena de no haberme quedado en Lisboa. Siempre esta inquietud sin resolución, sin nexo, sin consecuencia. Siempre, siempre, siempre. Esta angustia excesiva del espíritu por nada. En la carretera de Cintra, o en la carretera del sueño, o en la carretera de la vida. A la izquierda hay una casucha al borde de la carretera. A la derecha, el campo abierto con la luna a lo lejos. El auto que parecía hace poco proporcionarme libertad es ahora algo en lo que estoy encerrada. A la izquierda, hacia atrás, la casucha modesta. La vida allí debe ser feliz sólo porque no es la mía. Si alguien me ha visto desde la ventana de la casucha soñará: esa que va en el auto es feliz. "

Fernando Pessoa.

Vueltas.

Vueltas. (…) tu amor cambió mi vida como un rayo
para siempre
para lo que fue y será (…)


Me pregunto cuanto falta
Y que ya no estés
En las cosas que toco
Al abrir mis cajones
O darle vueltas a la cuchara del café.

Todo está inundado...

Diálogo entre Mateo (4) y su abuelo, al atardecer:
- Tatón, ¿qué es eso? - apuntando con el dedito hacia el ocaso.
- Son nubes iluminadas por el sol -. Contesta el gringo.
- No, no es eso.
- Ah, ¿no?
- No.
- ¿Y entonces qué es?
- Es un “espellejo”. Algo que parece pero que no es -. Concluye Mateo.

Dos sueños. Dos días consecutivos. Dos mujeres ciegas. Una negra, otra blanca.
La negra logró engañar a todo el mundo. Hasta tuvo un bebé. En el sueño pienso “en algún momento se sabrá la verdad”. Admiro su destreza pero al mismo tiempo me preocupa.
La blanca me confiesa, mirándome a los ojos, “estoy ciego”.
- No jodás -. Le digo.
- No te jodo, ya no veo casi nada.
- Pero no se nota... (digo, mientras miro sus ojos azules. Ojos como mandalas).
- Sos una persona muy observadora -. Dice él/ella.
Me sorprenden dos cosas: que no sea mujer, y el recuerdo (en el sueño) del sueño anterior.
Concluyo que ambas engañan.
Que ambas aparentan lo que en verdad no son.
Que ambas disimulan, muy bien, su verdadera condición.
Entonces me pregunto si mienten. Y a quienes. Qué es verdad y qué no.
Si la mentira encierra una verdad, ¿mienten?
Si la verdad encierra una mentira, ¿dicen la verdad?
¿Cuál es mi verdad, cuál mi mentira?
¿A qué me estoy volviendo ciega?

Me despiertan voces. Pero no del todo. Por un instante... por un brevísimo instante creí que eran mis hijos. Y que yo estaba en casa.
En casa.
¿Qué casa? ¿Cuál de todas ellas?
Durante segundos, enmarañada entre sábanas y mantas, no supe donde estaba.
Primero descubrí el lugar: “estoy en casa de Víctor”.
Luego las voces: “son de Elena y Nevenka”.
Después me puse a llorar.

Estoy creyendo una cosa: me parece que tengo el mal don de aparecer en la vida de las personas cuando hay algo que se derrumba o que está a punto de desmoronarse.
No hubo un solo hombre que en algún momento no me considerara su “rescue remedy”. Y tendría que ser idiota para considerar que eso forma parte de mi misión en la vida.
Ni siquiera sé cual es mi plan. Mi ruta, mi destino.
Por que todo lo que logré, este último tiempo, fue una mayor comprensión del alma humana.
Entonces todo es aquí y todo es ahora. Y todo depende de mí.
De mi mirada.
O de mi ceguera.

Post / Respuestas.

Mientras en el boliche está toda la Cámara de Comercio, y gente de radio, yo decidí quedarme al abrigo del fueguito. Estoy terminando un grabado sobre madera, tratando de no tener malos pensamientos (porque anoche tuve uno y se me clavó una gubia en el pulgar), tomando una copa de vino y escuchando música prestada.
- ¿Cristina te fuiste a dormir?-. Pregunta Nevenka, que ahora le da por llamarme Cristina. En realidad todos somos “Cristina”. Ya la amenacé con una cuchilla tipo “Psicosis”.

Presiento que mi futuro inmediato es más que incierto. Pero no es secreto, aquí todos lo saben. A veces, en solo días, pasan cosas que mueven esas piezas que habían quedado en su lugar por más de un año.
Decisiones.
Porque nos guste o no, siempre somos los únicos dueños de nuestro destino.

Bart: aquí no hay otoño. Salvo que te guíes por el color de los arces. Las cumbres ya están nevadas y realmente hace frío. No hay turismo, solo jubilados, y yo me pregunto si se pondrán de acuerdo (las agencias de turismo), con las casas de sepelio.

Lú (Psychollogiblogtoday): cuando se tiene un bebé de la edad de Sol, el “estado de shock” pasa a ser el estado natural de una madre. Olvidate de los plácidos momentos. La niñita te dice “no” para poder decir, más adelante, “sí”. Es la forma que tienen esos enanos de ir afirmándose en la vida. Cuando mis enanos se ponían así, yo los sentaba y les decía “controlate”. Se revolcaban en sus sillitas, los levantaba, los volvía a sentar, y otra vez la palabra mágica: “controlate”.
Aprendían pronto.
¿Por qué suponés que está culpándote? Mhhhhh. ¿Qué te pasa a vos con el viaje de Fede? Mhhhhh.
Mhhhhh.
Ahá.
Son 200. No es nada. La semana que viene a la misma hora.
A otra cosa: no es que reniegue de mi pasado, es que simplemente no lo disfruté, no podía hacerlo. El lujo me revuelve el estómago, aunque conserve mi TAN caro auto, que por cierto está aquí, en Merlo. Aprendí que para vivir no preciso más que lo que entra en mi valija. Y que viajar en autobús está bueno. Me siento común, y me gusta la gente común, que vive en casas comunes y come comida común, y se viste, vive y piensa... comúnmente.

Enrique: ¿cómo suponés que puedo ofenderme por hablar de leones, sexo, buitres, passwords y esas cosas?
Seguí escribiendo así, que cada vez que te leo me veo allí, entre los buitres, detrás del café, mirando mis uñas sin cortar o jurándome hacer todo lo posible por evitar miradas que parecen chimeneas.
Y yo también me pregunto si vale la pena.
Y no creas siempre en mis respuestas. A veces esconden confrontaciones que necesito.

Bueno, mis dedos están a punto de ser amputados por el puto frío.
Espero que sigan tan inconclusos como siempre.
No me dejen sola.
Ja.

Your song.

Your song. Agostina. Mi hija. Ésta es la portada del Cd que tiene su imagen. Y que la niña mandó a grabar como souvenir de cumpleaños. Ella eligió las canciones. Y cuando entró al salón aquella noche, como un hada, como un ángel, cuando las puertas se abrieron y ELLA apareció… lo hizo con uno de sus temas: Your Song.
Los metros que debía recorrer hasta llegar al centro de ese cuarto de palacio, no pudo completarlos. Por que cuando la vi, creí que daba sus primeros pasos. Y corrí hacia ella.
Para que no caiga.
Para no caer.

Qué no le daría yo…
Dios, cuanto la amo. Y cuanto la necesito. Porque lo mejor que nos pasa cuando estamos juntas es la risa.
Y bailar como africanas poseídas. Y disfrazarnos. Y sacarnos fotos que jamás mostraríamos a nadie.
Se roba mis zapatos de ex señora rica que luego su perro masticará sin saber que se come a Ricky Sarcany.
Se olvida de llamarme.
Gasta hasta el último de mis centavos en porquerías que nunca usará.
Tiene más carteras que María Julia.
Y más agendas que el presidente.
Pero siempre quiere más…
No importa qué. La cosa es “más”.

Por eso, hoy la miré a los ojos, y le pregunté:
“¿querés vivir conmigo?”

Right time, right place.

El que se fue, volvió. Según dijo, vino a quemar las naves.
- Quiero vivir!!!
- Bueno pero no me grites. Le contesto. Susurro. Me quedo en silencio.
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-Tus silencios me matan. Dice él.

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Sí. Los silencios matan. Están hechos para eso. Para matar de a poquito.

Vivo de noche. Desde que llegué a Buenos Aires me acuesto a las seis de la mañana. Duermo poco, pero supongo que lo necesario como para seguir pensando.
Ahora mismo son las dos de la madrugada. Y eso me hace feliz.
A veces la noche es mi mejor amante. Me desnuda sin prisa. Y con arte.
Y yo, sin arte, me expongo y muestro.
Doy.
Más.

Llamé al Gringo. Lo llamé por que en éso habíamos quedado. Lo llamé para no preocuparlo. Lo llamé para que no muera de silencios. Lo llamé tarde. Entonces me di cuenta que no, que así no.
Lo engaño con la noche, que ya me había desnudado y tenía prisa por poseerme.

Salí, hace un rato, a comprar cigarrillos y galletitas. Me puse algo sobre el pijama y le pregunté a mi perro si quería acompañarme. Trajo su correa. Es lo único que aprendió, por eso lo quiero.
Un auto frena de golpe, vidrios polarizados, la ventanilla baja un poquito y sale una mano que me saluda. No tengo idea de quien carajo era. Pero yo saludé, por que soy educada. Y por las dudas. Y por que me gustó recibir un saludo.
Cuando la calle está tan sola…

Caminé llevada por el perro y este puto dolor. Saben… el dolor, lejos de replegarme, me deja en bolas. Llegué hasta una esquina que es muy bella. Allí hacen esculturas para jardines. Me acerqué hasta las rejas mientras mi perro hacía pis sobre una Venus de piedra, y me quedé mirando el interior. Cuando todo descansa y la luz de una bombita ilumina ángeles y sapos. Vírgenes y leones.
Desde el desván, habitado por el escultor, sonaba el tema de la película Fame.
Me separé de las rejas para mirar hacia arriba. Vi más esculturas, pilas de Cd’s, una grulla colgando del techo.
Hubiese querido que algún ángel abriera las puertas.
Y me invitara a subir.

De regreso a casa una pareja discutía. Había tanto espacio entre ellos… son curiosas las formas de proteger el espacio. Es curioso que alguien necesite protegerlo. Es curioso que en el amor las cosas funcionen al revés. Es curioso que, aún de a dos, insistamos en soledad con la soledad de la soledad.

Llueve y que se yo...

Llueve y que se yo... Hoy abrí la puerta de mi jaula.
Anduve caminando por el centro… librerías, cafés. No es mi territorio, creo que por eso veo, busco, miro, huelo. Toco.
Por Uruguay al 800 hay una casa que vende cristales. Amaranta (sí, así se llama) me conoce. Me deja tranquila mientras abro cajones, vitrinas, y entro y salgo de mí misma. Por que allí voy para perderme y encontrarme. De pronto ocurre que me reconozco en un espejo, rodeada de LUZ. Y me extasío. ¿Existe esa palabra? Ya no tengo a quien preguntárselo.
Es curioso, pero cuanto más concentrada estoy, más audibles me resultan las conversaciones ajenas. Me fastidia y pediría “silencio por favor”. En el templo de las gemas… en el templo de los pensamientos de Dios sobre la tierra, la gente no debería hablar.
Pero entró una mujer llorando. Intentaba disimularlo pero no pudo.
La miré, me miró.
Y sentí vergüenza.
Entonces me metí en el interior de un cristal mientras ella pedía una piedra, una cosa, un algo que la ayudara a superar la muerte de su amiga.
Un ágata bandeada… un ágata bandeada… un ágata bandeada...
Pero no lo percibió.

Allí había un hada empecinada en quedarse quieta. Las demás oscilaban de sus tanzas, pero ella no, ella me miraba con sus ojitos vidriosos. “Bueno, después te llevo a casa”, le dije en el lenguaje de las hadas.
Me pidió que la llamara Verbena.
Ahora mi Pixie tiene una mujer, con un ágata bandeada entre sus brazos.

Casualidades, dirían.

Ya descubrí que no se puede ser amable con los taxistas.
En seguida ponen un CD de Julio Iglesias.

Llegué a casa y al silencio de siempre. A la soledad de siempre. Hice los llamados de siempre. Escuché las excusas de siempre. Y me deprimí como siempre.

Entre los un mil correo basura había un mail de Nevenka. Mi niña cósmica.
(…) te extraño, hoy me llevé una piedra, te la fastidiè de la pieza, es bien negra, media redondita, la loba se ve q me trajo suerte, asi que mañana la llevo de nuevo.
te quiero mucho mon.
venite que todavía tenemos pendientes las fotos ridículas q planeamos sacarnos.
" con tu pollera, brilla al viento
quiero verte bailar
entre la gente
quiero verte bailar..."

neveluz.


Sé que es verdad. Que quiere esas fotos ridículas que le prometí. Que quiere verme bailar.
Que quiere lo que yo no sé si puedo.
Por que no sé si debo.
Por que nunca antes me lo pregunté.

¿Yo,
tendré
permiso
para
tener
una
vida?
Y ahora no me digan que el permiso está en uno.
Por que uno… uno nunca es UNO.
Y está bien, ya lo sé.
Mejor me dejo de joder.
Mejor me voy a la cama.
O me tomo otro café.

Está lloviendo y me gusta…

.

Todo suelto.

5.41 a.m. recién se va Fede. Fiel a su costumbre tocó el timbre de casa en plena madrugada. Al abrir la puerta encontré un hijo detrás de un enorme huevo de pascua.

Llegó el día, hoy parto del cemento que me parte. Nada me pone más abúlica que Buenos Aires. Estoy harta de tanto cartel en la calle vendiendo celulares que dentro de poco provocarán orgasmos simulados. ¿Qué pasa con la gente que necesita consumir tanta mierda, tanto plástico, tanta ilusión? Cada vez me siento más lejos de todo eso. Me provoca sensación de vacuidad ajena.

¡Quiero sierras! Extraño desayunar mirando “la medianera” (detrás está Córdoba), el parque, mi rincón de lectura, los perros corriendo al gato, el gato corriendo a las palomas. El gringo corriéndome a mí. Bah, la vida bella.

Extraño subir a mi auto e irme adonde me de la gana. Llegar hasta mi cabaña en construcción, y treparme hasta la parte más alta para esperar la puesta de sol. En total soledad. En total silencio.

Extraño a Nevenka. La ceremonia de vernos las caras cuando recién despertamos, el cruce de miradas lagañosas y la mano en alto como todo saludo. A ninguna de las dos nos gusta hablar ni bien nos levantamos, así que desayunamos escuchando al flaco Spinetta... mientras el gringo habla, habla y habla. Solo.

Extraño mis cafés en el bar que está frente a la plaza. Tiene mesas grandes, ideales para sacar un par de libros, un cuaderno de apuntes y desparramar el tiempo y las ideas. Alimento palomas y tordos mientras pasa la gente, pasa la mañana, y pasa la paz para quedarse.

Extraño el boliche. Ese rito de encender las velas, servirme una copa de vino y conversar con la gente. Y después, cuando todos se han ido, tener nuestro propio banquete. Es la hora en la que empiezan a caer los amigos de Neve, y la mesa se extiende, y las charlas de extienden, y vuelan besos y risas.

Si juntos vamos a andar yo voy a saber andarte.

Si juntos vamos a andar yo voy a saber andarte. La otra tarde Nevenka me pidió compañía. Entre mate y mate me leyó sus últimos poemas (no tiene derecho a escribir así a los 17). Tiradas en la cama hablábamos de pantanos, sueños premonitorios, cuerpos de chicos y cuerpos astrales.
En éso estábamos cuando el gringo se asoma por la puerta:

- ¿De qué hablan?

- Del cuerpo astral, dije yo.

Nevenka no contuvo su risita.
Yo lo miré seriamente.

- Ah. Mejor me voy a duchar.

Ése es mi Gringo. El de las respuestas “Mendieta”.

- ¿Puedo usar el baño?, pregunto.

- No, ya está usado.

Es quien cambia las letras de Sabina por otras declaradamente obscenas.

- Eyyy!!! le grito.

- No era así… ¿no?

Es toda su respuesta.
Y sigue cantando.

Cuando habla se le entiende poco. Cuando canta tiene una voz maravillosa. Me hace moquear con su “Profesía”, o su “Estatua de carne”. Nadie conoce mejor a Larralde: mi libro de otoño marca mi destierro de las arrogancias de todo lo incierto, de las falsedades, de los desalientos, de la muerte oscura de quien roba cielos. 1
Y a veces tiene que explicarme ciertos versos, porque mi cultura... tan distinta a la suya, me impide comprenderlos.

Es descendiente directo de gitanos, (húngaros y croatas).
Suele tomarme la palma de la mano y mirarla en silencio. La compara con la suya y me muestra la línea de la vida. Justo allí, donde se cortó (su vida y en su palma) hace muchos años, luego de un accidente.

Pero volvió.

Yo creo que es un ángel desde entonces. Y que volvió para encontrarnos en el lugar de mi destierro. La nube ignora por qué se desplaza en una determinada dirección. Pero el cielo conoce las razones y las configuraciones que hay detrás de todas las nubes. 2

Ya les dije, a veces lo veo bañado en una luz dorada.

Cuando nos acostamos o nos abrazamos en silencio puedo sentir su aura. Aunque digas que no… aunque digas que no, las hojas y los pájaros se verán en el aire, sin prejuicios ni espejos que perturben sus alos. 3
A veces me despierta su voz porque me está contando historias como nanas. Sabe que aún dormida yo lo escucho. Te contaré historias que busco en mi memoria, para en realidad, mientras tanto, buscar el respiro que necesito porque no quiero que se acabe ese momento, quiero que dure, porque mientras tanto yo vuelo, y disfruto y gozo, y me desespero por un beso mas, y entonces aparece en mi mente otra historia, y quiero contártela... Y voy a contártela. Si me escuchas, si no te duermes, si apoyas tu cabeza sobre mi hombro. 9

Relata anécdotas de su abuela Rosalía y un cofre misterioso. Ella le daba consejos en su media lengua:

- Nunca te apegues a las cosas materiales. Nunca tengas casa propia o tu conocimiento del mundo será tan estrecho como sus ventanas.

Y así fue. Sólo los hombres buenos ponen su fe encima de las piedras, para que el mundo vea y sepa que la fe siempre es cúspide y puente en los abismos. 4

Sus ojos son chiquitos y celestes. La piel bronceada y curtida. Las manos agrietadas por hundirlas en la tierra para sembrar más que semillas.
A veces me pide perdón cuando me acaricia.
Es de lágrima fácil y se esconde para llorar.
Oculta sus preocupaciones pero yo las adivino, porque entonces canta. Sólo los hombres buenos ignoran que lo son, cantan cuando el silencio aturde en el cerebro. 5

Sueña con llevarme a Caleta y mostrarme su playa. Con emprender un viaje al mejor estilo "Autonautas" de Cortázar.
Aún viviendo juntos me escribe mails. “(…) por ahora todo está igual, la lluvia sigue, la vida también, aunque tengo muy claro que hay dos formas de vivir...con vos o CON VOS. Veré cual de las dos elijo.”

Él hace la lista de las compras. Y la última cosa que siempre escribe es “¡¡¡forros!!!”... pienso en cuantos lugares habré olvidado esas listitas.
Cuando tengo que salir por varias horas, hace una “sentada” en la vereda. De espaldas. Y yo atrás a los bocinazos. Pero no le importa nada.
También le gusta disfrazarse… (en particular con mi ropa). Sé que cuando estoy triste debo prepararme para el “plato fuerte”. Elucubra lo que sea con tal de arrancarme una carcajada. Porque nunca será una risa tibia.
Cuando duermo mucha siesta me despierta con un café y me dice:
- Levantate… se te está haciendo tarde para acostarte.

Juega mucho con el absurdo.
Hizo teatro independiente durante 18 años y no quiere morirse sin protagonizar “El hombre de la rosa en la boca”.
Recuerda cada línea de casi todas las obras de los grandes dramaturgos argentinos. Su mayor orgullo es haber estado en el Cervantes y en el San Martín.
Conserva los programas, las fotos, los recortes… pero no es nostalgia, no.
Es amor por lo hecho. Todos queremos que nos cuenten historias, y las escuchamos del mismo modo que las escuchábamos de niños. Nos imaginamos la verdadera historia dentro de las palabras. 6

Hablo de un hombre que no terminó la escuela. Que no conoció a su padre. Que fue el menor de ocho hermanos. Que fue criado por la teta del desamparo. No me interesa quién eres o cómo llegaste a estar aquí. Quiero saber si te pararás en el centro del fuego conmigo sin rehuir. No me interesa en dónde o qué o con quién has estudiado. Quiero saber qué es lo que te sustenta desde adentro cuando todo lo demás desaparece. 7

Por eso estoy con él.
Por eso vuelvo.
En la punta del pie el salto. Parece historia de alguien que fue y no volvió: es allí a donde voy. ¿O no voy? Voy, sí. Y vuelvo para ver cómo están las cosas. Si continúan mágicas. 8

Citas:
1, 3, 4, 5: José Larralde
2: Richard Bach
6: Paul Auster
7: Oriah Mountain Dreamer
8: Clarice Lispector
9: Él.

Venecia sin mí.

Si toda la vida es un camino, y si toda la vida es una búsqueda, acéptalo aunque te duela, toda la vida es una despedida.
Y solo aprendiste a vivir cuando aprendiste a despedirte.


Hace días partió alguien con quien compartí momentos de mi vida.
Cuando dos personas se encuentran en situaciones críticas, rara vez la relación perdura como pareja. Pero pueden ayudarse enormemente.

Entonces queda esa gratitud, ese guiño cómplice de quien ya sabe.

Tal vez nunca caminemos por Venecia.
Pero sé que una despedida no es un abandono.
Y se siente distinto.

La mirada.

Para escribir tengo que estar sola, o tal vez porque esté sola. Pero cuando el gringo está conmigo, yo prefiero estar con él. Y así sucedieron estos días.

Mientras la vida pasa, yo trato de elevarme cuanto puedo, porque descubrí que desde arriba siempre se ve mejor.

Esta tarde salí del consultorio de una médica. El tema me tiene mal, preocupada, angustiada. Pero no voy a hablar sobre eso. Antes de retirarme averigué por una remisería. No me pregunten por qué, pero sentí que hoy no debía manejar. Me dicen que bajando, a la izquierda, había una. Bien. Bajé, miré hacia la izquierda… la ví. Y tomé en dirección contraria.
¿Qué? ¿Tengo ganas de caminar? No estaba muy segura. No sabía hacia donde iba. Caminé bastante.
De pronto me detuve en un cajero automático… entré, hice una extracción y cuando estoy saliendo del banco me detiene un muchacho de aspecto sencillo, cargado de baldes y material de limpieza, pequeño, pero con unos ojos increíblemente verdes, grandes, rasgados. Bellos. Bello.
Zas, pensé. Me va a pedir plata.
.- Señora, disculpe. ¿Podría decirme cómo consiguió el collar que tiene puesto?
Me reí, saqué un cigarrillo, lo encedí. Y pensé… qué boluda, ahora me afanan… claro, me vio saliendo del banco… seguro aparece alguno por detrás, corriendo, y me quita la mochila… y yo acá como una imbécil… fumando y mirando esos ojos.
.- ¿El collar? No es un collar, es un mala.
.- No es un mala, es un japamala.
Me sorprendo. No entiendo. Sigo esperando el “robo”.
.- ¿Un qué?
.- Un japamala… lo que usted tiene está hecho con madera de Tulsi, un árbol sagrado de la India. Dicen que quien lleva un Tulsi en el momento de la muerte no conocerá el infierno. ¿Usted fue a la India?
Le contesté que no, que a pesar de mi apariencia (del Tulsi, mis tobilleras, y mi arito en la nariz), no me sentía preparada para hacer ese viaje. Que había sido un regalo de mi mamá, que acababa de volver.
Hablamos cerca de una hora. No es que quiera guardarme los detalles de ese encuentro. Creo que me falta tiempo para procesarlo. Pero entre todas las cosas que nos dijimos y fuimos descubriendo, me quedo con tres: el mala que sacó de su bolsillo, también de Tulsi (y que me dejó sostener durante un rato), el relato de una boda que está por oficiar, y la mención de Krishna y una historia sobre la muerte.

Ojalá, lo que sigue, lo lea Juan.

Al hablarme de Krishna y la muerte, recordé a Carlitos Rivelli… Juan.
Recordé a Kay.
Pero el nombre de Kay, salió de sus labios antes que de los míos.
En ese momento hubo una conexión profunda entre nosotros. La pregunta, en mi cabeza, era qué magia mueve ciertos hilos para que yo estuviera allí. Hay cientos de miles de personas a tu alrededor… y vos caminás por donde no deberías estar caminando… y de pronto alguien se fija en tu collar.
.- ¿Conocías a Kay? Fue mi pregunta. Obvia. Estúpida. Incrédula.
.- Estuve con él hasta el final. ¿Sabés cuales fueron sus últimas palabras?
.- No.
.- Lo único importante es el amor.
.- Ahora que recuerdo… recibí un mail que anunciaba su muerte, y sí, esas palabras estaban en el mail… poco antes de morir le mandé el “Credo de un guerrero”… no sé si lo habrá leído…
.- Lo leyó.
.-¿Y vos como sabés?
.- Porque yo se lo leí. Y yo mandé aquel mail. Yo soy M… señora.
Hubo un silencio que no puedo definir, ni las miradas, ni nada.
No volvió a tutearme. Yo le di un beso. Nos despedimos con un hasta pronto, o hasta cuando la vida lo diga, o hasta nunca jamás. Dije “uno nunca sabe”. Y por primera vez sentí que había dicho la frase más idiota de todos los tiempos. Algo me cambió en la cabeza. También en mi estado de ánimo.
Ahora sé que siempre sabemos.

Nota: El japamala es un rosario de 108 cuentas que, paradójicamente, enseña la Unidad.

No fue eso, no.

Hace tiempo le prometí a Bart que escribiría algo sobre el Gringo. Todos saben quien es, pero nadie conoce nuestro principio…que fue justamente la falta de principio/s.
Creo que un principio es un “ahora y siempre, por los siglos de los siglos”, como dicta el Gloria. No hay comienzo, ni fin, ni tiempo ni espacio.

Hace dos años bajé de un micro después de un largo viaje hacia Cortaderas (allí se filmó “Un lugar en el mundo”). Último día del año. Nada que esperar. Ya todo estaba escrito. Quedaba, como en los libros, una hoja en blanco que acabaría en pocas horas.
Mi estado de ánimo era más que desastroso, y mis padres me esperaban para festejar aquel 31 de diciembre.
Allí estaban, respirando por mí, a un costado de la ruta.
Tiré la mochila para el abrazo pero antes me detuvo una verbena. Pequeñita, roja, mía. La arranqué, abrí el bolso y la guardé en mi libreta de teléfonos.
Sentí un buen augurio.
Y sonreí.

Ese verano nos conocimos. Lo recuerdo entrando a su vivero, sosteniendo tantas plantas como cabían contra su pecho. Lo vi dorado, no sé porqué. Dorado y ágil.
Me piropeó de entrada, y yo le devolví el piropo con un comentario desvergonzado.
Lo derrumbé, creo.
Pero él… él no me atraía. “Demasiado simple”, pensé. Simple.
Simple.
¿Cómo sería un hombre simple?
Y ese verano nada pasó. Nos vimos un par de veces, había amigos en común y plantas que comprar. Encuentros casuales, breves, tontos.
Durante el año recibí larguísimos mails que yo contestaba sin ganas y en tres renglones.
Tardó poco tiempo en dejar de escribir. Pasó de las palabras de amor al silencio del que espera.
Sin saber. Sin certezas. Sin alicientes. Sin conocer la historia de mi verbena y del buen augurio.
Volví a Cortaderas con un amigo íntimo. Por alguna razón evité que me viera. Seguía resultándome indiferente, pero no su sensibilidad. Y no quería herirlo, (o eso creía mi parte bienintencionada y negadora). Renegada, diría él.

El año volvía a cerrar su círculo y se acercaba otro 31 tan nefasto como el anterior.
Otra vez el micro la mochila y las verbenas.
Otra vez mis crisis amorosas. Mis pérdidas, dolores y secretos.
Acepté su invitación a cenar en familia y con amigos… un 3 de enero.
Llegamos a su casa. Advertí la ausencia de plumeros y esas cosas. Típico, pensé.
Me senté en el parque y admiré sus plantas. Eso no es típico, pensé.
Tampoco era típico en mi vida que alguien pusiera jazmines en mi plato.
¿Cómo podía saber que los jazmines eran mis flores favoritas?
Pero no fue eso, no.
Ni que me confesara que esa mañana el jazmín ( el único jazmín) estaba cerrado y el lo amenazó con abrirse o podarlo.
Tampoco fue el trato preferencial durante la comida, ni sus manos que “casualmente” apoyaba sobre mi hombro cada vez que se levantaba a servirme el vino. El pan. La comida. El postre.
No, no fue eso.
Fue un poema tan largo como sus mails, bello e intenso. Contado con el alma y los ojos clavados en mis ojos. Y su mirada húmeda.
Entonces lo vi.
Y mientras el café se calentaba y todos hablaban a los gritos yo tomé una decisión.
La gente se iba yendo y me levanté a lavar los platos. Él envolvía con cuidado un trozo de pan dulce para mí.
-. Tomá, para el desayuno.
-. No hace falta que lo envuelvas…
-. Es que se te va a secar.
-. No hace falta que lo envuelvas. No pienso desayunar sola.
-. No entiendo (cara de pánico).
-. Vamos a desayunar juntos. Quiero quedarme con vos.
-. Pero están los papis…
-. Y a mí que me importa.
-. Mañana te paso a buscar y nos quedamos juntitos todo el día, ¿querés?
-. No, no quiero. Lo que yo quiero es quedarme con vos (cara de ahora o nunca).
Me besó y salió volando.
Y cuando regresó me abrazó por detrás. Con sus alas.

Y yo… yo nunca más me fui.

Que por qué no me fui. Que por qué me quedé.
Eso merece otro capítulo.