Por dios, que no se me acaben los cigarrillos. Es madrugada y llueve. Además, si salgo así, seguro que me los regalan. Algún alma caritativa dormirá pensando en su buena acción del día: le regalé mi atado a una mujer andrajosa, pobre
se estaba mojando la única ropa que tendría, toda manchada de pintura
Ah, desde que llegué no asomé las narices. Hice todo por encargo.
Pinto. Pinto. Pinto. Y miro películas de amor.
Hoy no estoy literaria. Como Glup después de su cuba libre (hola
Glup, coleccionista de
reinas, gracias por el mail, te anotaste un punto pero no te creo -aunque sí disfruto-). Tengo ganas de escribir sobre
nada mases. No me roben el término que es un neologismo, los acusarán de psicóticos, háganme caso que soy psicoanalista aunque no imposte la voz, me fascine lo místico, coleccione piedras que inspiran imágenes, piense que Freud era un viejo misógino y Lacan un impotente, no cobre por mi trabajo y regale mis obras (ergo no trabajo, según F.), y tenga mi mesa atiborrada de caracoles (de un blanco insípido) que haré pasar por mi pincel transmutador. Ahhh ojalá existiesen mares que devuelvan a la playa semejantes caracoles. Intensos, metálicos. Gustan o lastiman. Como yo.
Pero yo no soy metálica.
Tampoco lastimo. Aunque hay cosas que no me dan lástima. Ninguna.
Lo decía por lo de intensa. Y porque en general gusto, aún cuando no quiera.
La gente se me pega. Se me pega. Se me pega.
¿Qué?
¿Qué tengo?
- Mucha paz, Mon, vos no te das cuenta. Decía N.
¿Cómo se puede ser intensa y transmitir esa paz de la que no me doy cuenta?
-Te extrañé todo enero; necesitaba conversar con vos. Decía M.
-Hablábamos con tu madre de lo hermosa que se te ve, volvé pronto. Decía D.
Eso me mató. Me miro a cada rato en el espejo. Noto que mi hermosura se va borrando con los días. Aquí es aquí.
Aquí me faltan ojos. Mi mirada rebota contra la pared.
No es lo mismo.
Yo me alimento de pupilas, voces, pieles.
Aquí hay tallarines. Yogurt, galletitas.
No es lo mismo.
No es lo mismo tocarme que ser acariciada. No es lo mismo regañar a Zafiro que reírme a carcajadas.
No es lo mismo un hombre que un peluche de Taiwán. (Me encanta esa canción).
Lo bueno de lo malo es que nunca es lo peor. Lo peor es el teléfono. No para de sonar.
Hay amigos (los menos) que se creen maridos: Mónica, ¿ESTÁS AHÍ???, vociferan a través del parlante. Una, dos, diez veces. Yo les hago fack you y no levanto el tubo.
No me gusta que me jodan. Que se crean imprescindibles. Que supongan que soy minusválida. Que no puedo pensar sin un par de testículos al lado. Que alguien -cualquiera- puede ser el lobo disfrazado de abuelita. Que necesito consejos financieros.
Además, ya les descubrí el jodido truco.
La mayoría tiene la intuición con pronóstico reservado. Se asesoran con asesores de otros asesores, que a su vez son asesores de los asesores de. No arriesgan nada, como si sus penes de/ pen/ dieran de que nada quede pen/ diente. Todo en su lugar y perfectamente calculado. También sus vidas privadas. Que de tan privadas no aparecen ni en el cajón de los calcetines.
Entonces te invitan a un -nunca inocente- café, y preguntan: ¿y? ¿qué tal te está yendo?
-Hasta ahora sin problemas-. Contesto. Y aguardo. Sabiendo. Lo que ellos ignoran que sé.
Me creen su cobayo.
Yo los creo estúpidos.
-Mirá vos, que bien
yo estoy por hacer lo mismo. Dicen.
**¿Cómo? ¿No era que
ya lo habías hecho???** Pienso, con ganas de escupirles un ojo. Pero me abstengo porque les conozco el juego. Y porque mi intuición no está atrofiada. Hago lo que siento, no lo que me dicen.
No dejan de ser eternos pollerudos.
Mami, mami, tengo miedo.
Tengo miedo de perder, tengo miedo de querer, tengo miedo de creer. Dale mami, vos primero. Tirate a la pileta que yo te sigo -después-. Decime si es honda, si el agua está fría, si tiene mucho cloro, si tiene poco cloro, decime si hay agua.
Turbio, ¿no?
Turbio que manejen tan bien su lóbulo izquierdo, pero dependan del lóbulo derecho de una mujer para tomar decisiones.
Creo que
esos amigos, cuando no logran llevarte a la cama, se convierten en personajes insufribles; al acecho de una teta simbólica que les alimente la ilusión mesiánica.
Cuando llaman no escucho más que lamentos bolivianos. O favorcitos que no pueden esperar.
-ahora NO, me estoy haciendo la tintura.
-justo JUSTO estaba entrando a la ducha.
-estoy ESPERANDO un llamado del banco.
-anoche no dormí NADA.
Esas son mis excusas para los hombres tentáculo. Para los invasores. Para los confundidos. Para los porsiempreestresados.
Me he vuelto guardiana de mi armonía. Defensora de mis deseos. Carcelera de mi soledad.
Por último
¿alguien quiere un gato negro, pequeño aún, capaz de levantar la tapa de la mochila del inodoro y tirarla a la mierda?
Es de lindo
@ deep forest - café europa